Caso sin tumba: la desaparición de Mari Trini y su bebé en el verano del 87

En julio de 1987, Mari Trini salió del juzgado de León con su hija de trece meses en brazos y su marido a un paso de distancia. Nadie volvería a verlas. Lo que ocurrió después fue una mezcla letal de desinterés institucional, miedo social, y silencio familiar. Durante casi 40 años, el caso de su desaparición quedó sepultado en papeles mal archivados. Hasta ahora.

La reapertura del caso en 2025 ha vuelto a poner el foco en uno de los misterios más oscuros de la España ochentera: una joven mujer, atrapada en una relación brutal, pidió ayuda de todas las formas posibles y acabó, según todas las pistas, hundida en una mina asturiana. Literalmente.

La chica sin red

María Trinidad Suardíaz nació en Villaviciosa (Asturias), aunque a efectos prácticos creció sola. Su madre la dejó en manos de su abuela. Su padre ni estaba ni se le esperaba. Se crió en la precariedad, sin estudios terminados y sin nadie que hiciera demasiado ruido por ella.

En los ochenta conoció a Antonio María Da Silva, alias "El Portugués". Tenía 20 años más que ella, un pasado criminal que lo mismo incluía contrabando que palizas, y una manera de hablar que sabía envolver. Ella cayó. Se casaron en 1985. Lo que vino después fue una historia clásica de control, encierro y violencia.

La encerraba, la dejaba sin llaves, la golpeaba. Una vez arrojó su coche por un barranco con Mari Trini y su abuela dentro. Sobrevivieron. Otra vez, ella escapó a Suiza. Volvió. Porque en aquellos tiempos, y en muchas casas, se volvía.

Notas por la ventana

En abril de 1986, embarazada de ocho meses, Mari Trini empezó a tirar notas por la ventana del piso donde vivía con Da Silva, en Matadeón de los Oteros (León). Decía que la tenía secuestrada. Que le pegaba. Que tenía miedo.

Los vecinos llamaron a la Guardia Civil. El 25 de abril entraron en la casa y se la llevaron a ella. A él, también. Fue uno de esos momentos en los que parece que el sistema funciona. Pero duró poco.

Mari Trini dio a luz a su hija, Beatriz, en una casa de acogida de monjas en Gijón. Estuvo protegida unas semanas. Luego él volvió. Siempre volven. Y ella también.

El día que se borraron

En julio de 1987, Mari Trini fue citada a declarar en la Audiencia Provincial de León. Estaba en marcha una causa contra Da Silva por detención ilegal y malos tratos. Acudió con su hija. Y salió del juzgado caminando junto a su agresor.

Fue la última imagen conocida de ambas.

El juicio estaba fijado para septiembre. Nunca se presentaron. Da Silva dijo que lo había abandonado. Que se había fugado con la niña a otro país. Que lo dejó tirado en una carretera del Algarve. Que se evaporó. ¡Ah, el clásico patriarcado del "se fue sin dejar nota"!

La versión se sostuvo. A la policía no le pareció del todo extraño. A la justicia, menos. Total, mujeres que desaparecen hay muchas. Y nadie denunció. Al menos, no entonces.

El archivo de la vergüenza

Pasaron los años. Muchos. Recién en 2001, el hermano de Mari Trini, Carlos, presentó la primera denuncia formal. La policía investigó. Sin cuerpos, sin pruebas, sin testigos, concluyeron que la desaparición podía haber sido voluntaria. Que se había fugado. Como si alguien que ha pedido ayuda tantas veces se esfumara porque sí.

En 2015, una unidad especializada en casos no resueltos volvió a mirar el expediente. Empezaron a encontrar grietas. Contradicciones. Un zulo escondido en una de las casas de Da Silva. Testimonios inquietantes. En 2016 excavaron un terreno en León. En 2017, una casa en Asturias. Nada. Otra vez al archivo.

La mina

Berbes es una aldea remota del concejo de Ribadesella. En ella hay una antigua mina de fluorita que hoy está llena de agua, barro y olvido. Allí vivieron Mari Trini y Da Silva una temporada. Allí, según vecinos, él arrojó dos coches a la balsa hace décadas.

En 2025, la jueza Ana López Pandiella reabrió el caso. La policía buceó la mina. Encontraron dos vehículos hundidos. Todo apunta a que fueron los coches de Da Silva. Todo apunta a que allí podrían estar los restos de Mari Trini y Beatriz.

El terreno es inestable. Se necesitan grúas y drenajes especiales para sacar los coches. Pero el hallazgo ha cambiado la narrativa: ahora ya no es una mujer que se esfumó. Es una posible escena del crimen.

El hombre que calla

Antonio Da Silva tiene 81 años y está ingresado en una residencia de ancianos. Nunca confesó. Nunca cambió su versión. Nunca tuvo que enfrentarse a un juicio por asesinato. Y probablemente ya no lo hará. El delito ha prescrito.

Pero eso no impide que la verdad salga. Ni que los nombres de Mari Trini y Beatriz dejen de estar en la lista de desaparecidas.

Violencia de género antes de que tuviera nombre

Este caso duele porque es reconocible. Porque es un espejo de todo lo que no funcionaba (y a veces aún no funciona). Mari Trini hizo lo que se supone que hay que hacer: denunció, pidió ayuda, escapó, volvió, volvió a pedir ayuda.

Y aún así, terminó desaparecida junto a su hija. En un agujero en mitad de una mina, sepultada bajo el fango de la desidia.

Entonces no había ley integral de violencia de género. No había atención institucional. No había 016. Ahora sí.

El eco de las voces

Hoy, las fuerzas de seguridad siguen trabajando para extraer los coches de la mina. Los familiares de Mari Trini solo quieren darles sepultura. Meterla en el nicho con sus padres. Dejar de imaginar su muerte. Saberla.

No habrá condena. Pero sí puede haber cierre.

Este caso, que llevamos a nuestra sección de Casos No Resueltos, no está cerrado porque no hay justicia judicial. Pero está más vivo que nunca. Porque alguien lo está contando.

Y porque ella, Mari Trini, merecía que la escucharan mucho antes.

Por qué se reabre el caso de Mari Trini

Durante casi cuatro décadas, el caso de Mari Trini y su hija fue un susurro incómodo en los pasillos judiciales: una carpeta amarillenta, archivada bajo el epígrafe de “desaparición voluntaria”. Un eufemismo que siempre olió a mentira.
Pero el silencio —como el barro— no tapa para siempre.

A finales de octubre de 2025, la jueza Ana López Pandiella, titular del Juzgado de Instrucción n.º 4 de Gijón, firmó una orden que devolvió el nombre de Mari Trini a los titulares: el caso se reabre oficialmente.
La razón no es un capricho burocrático. Es física, tangible, metálica.

Dos coches en el fondo

En una balsa minera abandonada de Berbes, Asturias, los buzos de la Policía Nacional hallaron dos vehículos sumergidos bajo varios metros de fango y silencio. Los mismos modelos que, según los registros, pertenecieron a Antonio Da Silva, el marido de Mari Trini.
El mismo hombre que juró que su mujer lo había abandonado. Que se había ido con la niña “sin dejar nota”.

El hallazgo cambia todo. Por primera vez hay materia bajo el agua, no solo sospechas. Y esa materia tiene forma de posible tumba.

Orden judicial: “Buscar restos humanos”

El auto judicial no deja espacio a la duda. Ordena “disponer los medios necesarios” para vaciar o explorar la balsa y buscar “restos humanos o cualesquiera otros que pudieran corresponder con las desaparecidas”.
Palabras frías. Demoledoras. La clase de lenguaje que no necesita gritar para helarte la sangre.

Mientras los equipos de la Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta (UDEV) se turnan entre el barro y las grúas, el paisaje se ha llenado de policías, ingenieros y silencio mediático. Porque cada metro de agua que se retira podría traer respuestas… o confirmar los peores presagios.

La tercera vez que la buscan

No es la primera reapertura. En 2016 y 2017 ya se excavaron terrenos en León y Asturias, sin resultados. Pero esta vez hay algo distinto.
Ya no se trata de revisar un expediente antiguo: es un escenario de crimen en activo.

El terreno es inestable, el agua espesa, la historia demasiado larga. Pero el equipo sigue allí, con la certeza de que las desapariciones no prescriben en la conciencia, aunque sí en los códigos penales.
El marido, Antonio Da Silva, tiene 81 años. Está internado en una residencia. No ha hablado. Ni hablará. Pero el pasado, por fin, lo está cercando.

Justicia sin condena

Aunque el tiempo haya blindado la impunidad, esta reapertura significa algo más que un trámite judicial: es un acto de reparación histórica.
Por fin se investiga a fondo lo que durante años se calificó de “huida sentimental”. Por fin se reconoce que aquella mujer embarazada, que lanzaba notas por la ventana pidiendo auxilio, no se evaporó: fue silenciada.

La mina de Berbes, con sus aguas turbias y su rumor de maquinaria oxidada, se ha convertido en el espejo de un país que alguna vez decidió no mirar.
Y ahora que el barro habla, todos escuchan.

🕯️ Actualización noviembre 2025 — Caso en investigación activa por la UDEV.
La Policía Nacional mantiene los trabajos en la balsa de Berbes, Asturias, tras la localización de dos vehículos sumergidos que podrían estar relacionados con la desaparición de Mari Trini Suardíaz y su hija Beatriz en 1987.

Si tú o alguien que conoces está sufriendo violencia, llama al 016. Es gratuito y no deja rastro.